De acuerdo con el diccionario de la Real Academia de la Lengua la palabra Esperanza significa “Estado del ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos.”
Sin embargo, hoy en día vivimos presa de la incertidumbre, de la incapacidad para anticipar desenlaces y de la duda sobre si algo soñado podrá llegar a nuestras vidas.
Entre más avanzamos en la vida, nos damos cuenta de la fragilidad de los logros, de lo complicado que es mantenernos firmes para alcanzar nuestros sueños, realizaciones y la felicidad.
Existen una infinidad de fórmulas de otros, que permanecen desconectadas de nuestros deseos, lo que provoca que queramos lo de los otros, porque vemos que tienen resultado.
Lo gratificante es lo que satisface, no sólo lo placentero, si no lo que resuelve una condición, ¿Cómo? ¡No entiendo lo que dices!, pensarás. Es como cuando sentimos sed, y una gaseosa puede quitarnos la sequedad de la boca y refrescarnos, pero no nos quita la sed, es decir, no es gratificante, no nos satisface, porque solamente el agua podrá solucionar eficientemente esa necesidad, ¿Ahora sí? ya comprendes lo que significa que algo satisface o no.
Lo frustrante es justamente lo opuesto a lo gratificante, y entonces, las fórmulas de otros nos resultan insatisfactorias y en la mayoría de los casos se convierten en frustración pura.
Esto genera incertidumbre, frustración, dudas y desesperanza. La vida deja de tener sentidos, dirección, sueños. Además, nos invade la rutina, el conformismo y preferimos dejar de soñar con aquello que creemos no podremos alcanzar.
Desesperanza entonces sería, parafraseando al diccionario, “Ese estado de ánimo en el cual se nos presenta como imposible aquello que deseamos.”
Por: María Sanz, psicoanalista
@mariasanzm
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