Nos aferramos al pasado y pretendemos vivirlo de nuevo, sin darle oportunidad a que entren nuevos cambios en nuestra vida, los cuales muchas veces preferimos evitarlos porque son difíciles y creemos que no los podemos superar.
Sin duda todo cambio representa un nuevo ajuste, que anticipa una experiencia no vivida, que no forma parte ni del ayer, ni de lo conocido, tal vez genere susto o incertidumbre, porque pensamos que tenemos en nuestras manos algo maravilloso como, un trabajo o una relación de pareja entre otros casos y no nos atrevemos a soltarlo y dejarlo ir porque creemos que nunca encontraremos algo mejor.
Había una vez un mercader que recibió como pago una gema extraordinaria, y temiendo perderla, la guardó en su mano izquierda, limitando el movimiento en sus actividades, pero seguro de que, si la mantenía bien asida, jamás la perdería
A donde iba, la gente le preguntaba, “¿qué guardas en la mano con tanto celo? “, a lo que él contestaba, “Ah! Una gema preciosa, de gran valor, que me fue otorgada en pago y en verdad deseo no perderla”. La gente lo veía con rareza, pero no insistían más en ello.
Pasaron los años, y el mercader siguió su camino con la mano cerrada, haciendo arduo su camino y su vivir. Un día un joven se cruzó en su camino y le hizo la pregunta de siempre, pero éste insistió en que lo dejara ver la gema preciosa. El mercader al fin desistió y abrió la mano para mostrarle al joven lo que llevaba guardando por muchas décadas. Ahí se dio cuenta que era tan sólo una piedra común. El joven se burló del mercader, quien, sollozando, lloró por las oportunidades perdidas y por la vida de apego a un objeto sin valor.
“Abre tus manos, deja ir lo que contienen, que solamente con manos abiertas que dejan ir lo bueno, puedes tomar lo mejor”
“Para vivir hay que dejar ir”
Por: María Sanz, psicoanalista
@mariasanzm
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